El arma – o la política

Prudencia está ocupada trabajando en su pequeño terreno, sembrando semillas para la próxima cosecha, cuando su tranquilidad se ve interrumpida por dos extraños. Al acercarse, Prudencia nota que uno de ellos lleva un arma.

Extraño: Buenos días. Mi nombre es Justina, y este es Pedro. Hemos venido para pedir tu ayuda.

Prudencia: Ya veo, ¿y cómo puedo ayudarles?

Justina: Pedro necesita comida, y me han dicho que tienes un excedente. Estoy aquí para preguntar si podrías compartir algo de tu comida con él.

Prudencia: Ya veo… ¿Y si me niego?

Justina: Bueno, en ese caso, tendré que usar la fuerza; no es justo que tú tengas un excedente y esta persona muera de hambre.

Prudencia: ¿Y es justo que uses la fuerza? ¿Qué tal si pedís ayuda sin armas ni intimidación?

En esta situación ordinaria, podríamos simpatizar con Prudencia. Justina afirma actuar moralmente, pero está dispuesta a matar o herir a Prudencia si no colabora.

Sin embargo, imaginemos que Justina lleva una ropa especial y una placa, dice que es ‘policía’, y que está escrito en ‘la ley’ que Prudencia tiene la obligación de dar comida a Pedro, quien tiene ‘derecho’ a la alimentación. En este caso, podríamos comenzar a pensar diferente, aunque en realidad nada ha cambiado, solo las palabras, la ropa y su significado simbólico.

De hecho, esta interacción refleja los roles tradicionales de los ciudadanos (Pedro), los productores (Prudencia) y el gobierno (Justina). La posesión de un arma representa el ‘contrato social’, donde los ciudadanos otorgan autoridad a ciertas personas para hacer cumplir leyes y regulaciones que satisfacen las necesidades colectivas. El hambre de Pedro representa estas necesidades, mientras que Prudencia representa a aquellos que pueden satisfacerlas con su habilidad y recursos.

Este escenario refleja un dilema fundamental: ¿están los gobiernos justificados? ¿Está bien que Justina use un arma contra Prudencia para ayudar a Pedro?

Yo pienso que no, y la razón se encuentra en los sentimientos de Prudencia, que es lo que llamo la ética.

El hecho de que Justina use un arma contra Prudencia es una injusticia fundamental. Prudencia no se ha acercado a Justina para causarle un mal. Además, el apoyo de Pedro a esta medida cuestiona su honestidad: Pedro no confía en alguien que elige la agricultura como profesión, pero sí en alguien que elige la intimidación. Imaginemos que la situación se invierte y Justina resulta ser la agricultora a quien Pedro se aproxima: ¿estaría Justina dispuesta a compartir su excedente con Pedro? ¿Si no está dispuesta, tiene sentido darle un arma a Justina y convertirla en gobernante, o acaso este rol simbólico automáticamente transforma a Justina en una persona justa y generosa?

Cualquier respuesta lógica y coherente debería admitir que Prudencia estaría dispuesta a ayudar voluntariamente a Pedro, si este se lo pide honesta y pacíficamente. Si Pedro actuara éticamente desde un principio, solo acabaría hambriento por accidente o mala suerte. Pedro estaría genuinamente en una situación desesperada; si pudiera, preferiría inercambiar su producción o fuerza de trabajo por la comida de Prudencia. Igualmente, Justina ayudaría a Pedro y Prudencia a producir más, para acumular excedentes y así prevenir situaciones trágicas como la de Pedro, en lugar de dedicarse a ir con un arma intimidando a los productores.

Pero, desafortunadamente, nacemos y crecemos en un mundo donde esta arma está oculta bajo un disfraz de virtud. Los seres humanos adultos no creemos en nuestra propia bondad, que es la bondad de los niños, sino en la bondad de una nación, Dios, u otra entidad imaginaria mediante la cual nos explotamos mutuamente. Como una Prudencia que se resigna a pagar sus impuestos y mandar a sus hijos a la escuela obligatoria, nos creemos pecadores que necesitan la intimidación y el castigo para poder ser buenos y sabios. Sin embargo, en el fondo sabemos que esto, sencillamente, no es verdad, porque no tiene sentido lógico.

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